20 octubre 2013

Die Zeit rennt

Mi vida aquí en Alemania continúa y yo siento que cada vez estoy más integrada en una rutina que no es la mía. Hay momentos en los que observo a los padres y a sus hijas y pienso que qué extraño es, que yo esté aquí, cuidando de unas niñas que no tienen ningún vínculo de sangre conmigo, viviendo con ellos y adaptándome a sus manías y costumbres (que son unas cuantas). Qué extraño es, intentar sentirme como en casa en un sitio que no es el mío. Hace unos meses estaba acabando mi último año de carrera, haciendo mil cosas a la vez y deseando en mi fuero interno que se acabara todo ya, que no podía más. Anhelaba irme. Ahora que estoy aquí, y después de un mes y medio, miro atrás y reconozco que, aunque no añoro ese estrés, sí era reconfortante saber exactamente cuál era mi lugar. Con esto no quiero decir que quiera volver, porque no es cierto. Está siendo una experiencia que no cambiaría por nada. Tampoco quiero engañaros; no me siento como una más de la familia. Lo digo porque sé de au pairs que sí se sienten como parte de la familia, no lo ven como un trabajo, y los padres las invitan los fines de semana a hacer actividades y esas cosas. A mí eso no me pasa. Los míos son buenas personas, e intentan que esté lo mejor posible, pero... no sé. Tengo la sensación de que tenían una relación más estrecha con la anterior au pair. O quizás es porque tampoco llevo mucho tiempo aquí y aún no me conocen del todo. O quizás es porque yo soy muy retraída cuando quiero y me cuesta explicar cómo me siento. No lo sé. Pero no es una mala relación. Son buenos, y quieren a sus hijas, y me tratan bien. No quiero cambiarme de familia, así que supongo que eso también lo dice todo. 

Mi día a día con las niñas ha dejado de tener sobresaltos. Aún no me he puesto a releer las primeras entradas que escribí aquí, pero sí recuerdo la sensación de absoluto pánico que tenía a todas horas. Normal que durmiera mal, o que tuviera el impulso de hacer las maletas y volver a casa siempre que las niñas no se portaban bien, la madre me hacía algún comentario o, simplemente, me perdía cogiendo el bus. Todo esto, aunque ahora me sigue pasando, ya no me afecta del mismo modo. Cuando la cago (que no es tan a menudo como al principio) me lo tomo con filosofía. Básicamente, en mi cerebro pienso: bleh. Cada familia es un mundo, así que no puedo más que asentir con la cabeza aunque no esté de acuerdo con lo que me dicen. El otro día, por ejemplo, me equivoqué de cacao cuando les preparé la leche a las niñas por la tarde. Les di el que era parecido al Nesquik (el rico, vamos), pero resulta que ese tiene MUCHO azúcar y es MUY malo para las niñas. Solo  les puse media cucharadita, pero no, nada. Completamente verboten. Prohibido. A la madre le salió una arruga del estrés y todo. Menuda tragedia, parecía que hubiera matado a alguien. Resulta que tengo que usar el cacao amargo, el que es 100% bio (por supuesto). Que el otro sólo lo compra para el marido. Estupendo. También descubrí entonces que las niñas no pueden tener nada de mermelada después del desayuno. Nada de azúcar, en definitiva; sólo fruta. En cambio, pueden cebarse a pan con mantequilla tanto como quieran, que eso es completamente aceptable. Hay cosas que no entiendo, de verdad que no. Así que no, en este tiempo no me he convertido en una súper au pair que lo acepta todo y que disfruta de cada momento que pasa con su familia. Ehm, no. Hay días que me comería a las niñas, y otros momentos en los que no puedo más. A veces la madre es un amor, y a veces le da la vena y se pone súper seria. Pero, en general, life is good, y no me voy a quejar.

Otra cosa de la que me he dado cuenta es lo mucho que echo de menos a mis amigos. Que hablo con ellos constantemente, sí, pero en casa tenía la comodidad de saber que estaban allí, que podíamos salir a tomar algo, a cenar o al cine. Aquí es distinto. Fue llegar y sentirme completamente perdida y desamparada. ¿A quién llamaba? ¿A quién le decía de salir a tomar un café para contarle mis penas y desgracias sin tener que sentirme como una carga? Empezar de cero no es fácil, eso está claro, pero no es imposible, incluso en una ciudad tan...gris como la mía. Yo ahora puedo decir que soy amiga de tres chicas que son un amor, y la verdad es que no sé qué haría sin su apoyo. Aún no me he juntado con españoles, aunque este finde he salido y me los he encontrado por todos lados. Que son gente muy apañada, sí, pero quiero evitar un grupo tan cerrado como el suyo porque sólo hablan castellano entre ellos y no quiero eso para nada. 

En cuanto al alemán...pues no sé qué deciros. Que entiendo mucho más que cuando llegué, que ya no me da cosa pedir las cosas en alemán en los sitios, cuando los primeros días recurría siempre al inglés. Que leo y miro películas y me obligo a pensar y a hablar en alemán siempre que puedo (os recuerdo que a las niñas les tengo que hablar en inglés). Que estoy muy motivada. En la universidad aborrecía las clases de alemán porque eran todas de traducción, con muchísima gramática y nada de comunicación. Lo odiaba. Ahora, en cambio, me encanta. Me encanta cómo suena, y me gustaría saber mucho más de lo que sé. Supongo que eso es bueno.

Para acabar la entrada, os pongo al día con algunas cosas:
  • el tiempo está loco. La semana pasada hacía mucho frío, y aunque había gente que aún iba en manga corta por la calle (?? CÓMO), yo ya me puse botas y anorak, que no estamos locos. Estos días, en cambio, han vuelto a subir las temperaturas, y yo me estoy volviendo loca ya, y mi garganta también. Creo que mi cuerpo se quiere poner malo, pero no se decide.
  • cumpleaños. El mío fue el 27 de septiembre, y los padres me regalaron una tarjeta del H&M muy apañada, así que esta semana, cuando fue el cumple de la madre, le regalé un babysitting, porque nunca pueden salir los fines de semana ni nada los dos solos, claro. Aún no lo han gastado, pero la madre se puso muy contenta. Ya están hablando sobre dónde irán a cenar y qué harán, mientras se hacen ojitos. Ay, qué bonico. El último cumpleaños del año será el de la niña mayor, que es el 5 de noviembre. Creo que le regalaré un libro, pero acepto ideas :-)
  • del 1 al 5 de noviembre. Tengo fiesta esos días porque vienen los abuelos y se quedarán con las niñas. Lo malo es que los padres me avisaron hace unos días y claro, al ser tan tarde, todos los vuelos ya estaban por las nubes. Tenía muchas ganas de irme de viaje a Suiza o a otro país, pero los precios exagerados hicieron que se me quitaran las ganas de todo. En eso que estaba yo ahí meditando qué hacer con mi vida cuando vi que Ryanair tenía una súper oferta para volver a casa: 50€ ida y vuelta. Pequé. Compré los billetes en un impulso y, llamadme mimada, pero no sabéis las ganas que tengo de recibir un achuchón de mi familia y comer paella y dormir lo que quiera los fines de semana sin que me despierten los gritos de las niñas a las 7 de la mañana.
  • fin de las vacaciones. Mañana la mayor vuelve a la guardería por las mañanas. Endlich. 

02 octubre 2013

El arte de negociar

Hoy hace un mes que llegué a Alemania. Reconozco que se me ha hecho eterno, a diferencia de muchas au pairs que dicen que el primer mes se pasa volando. Me da la sensación, de hecho, de que llevo aquí mucho más tiempo, y no sé si esto es debido a que lo que he vivido aquí lo he vivido muy intensamente o a que tenía que acostumbrarme a todo esto. Quizás ambas cosas. Ahora estoy mucho mejor, gracias a todos por los ánimos en la última entrada. Hablé con los padres, porque no acababa de sentirme cómoda en algunos temas (que explicaré en la próxima entrada, si todo va bien), y ahora me cuidan mucho más y me siento mucho más a gusto. 

Pero lo dicho, ha pasado un mes, y creo que ha llegado el momento de que os cuente que, en este tiempo, me he sacado un máster. Sí, en un solo mes. Ha sido muy exprés y muy rápido todo, pero era necesario. Se llama: 'Cómo negociar con tus host kids para no acabar tirándote (o tirándolos) por la ventana'. Las situaciones que se detallan a continuación son 100% verídicas, que conste, y todas ellas tienen lugar antes o después de ir al parque. Porque sí, una de las cosas que tiene que hacer una au pair es sacar a pasear a sus niñas de 2 y 4 años. Varias veces al día, si es posible. No hacerlo significa privarlas de los escasos rayos de sol que hay en este país y condenarlas a muchas horas encerradas en casa, y eso siempre es maalo, porque se vuelven locas ellas y me vuelvo loca yo. Pero vayamos por puntos:

  • Antes de ir al parque. Si tus niñas tienen que salir a la calle, asegúrate de que salgan bien meadas. Esto significa que la de 4 años haga pis en el orinal y cambiarle el pañal a la de 2. De un tiempo a esta parte, a la pequeña se le ha metido en la cabeza que no, que no quiere que la cambien. Y cuando es no, es no. Ya puedes cogerla en brazos, que ella se retorcerá cual lagartija entre tus brazos y se escurrirá. Ya puedes ponerla en el sofá, o en la cama, e intentar entretenerla, que ella te empezará a dar patadas y a moverse y, sí, a escurrirse de nuevo. O quizás se sentirá muy iluminada un día y querrá imitar a su hermana, con lo que se pasará quince minutos de reloj en el orinal, sin mear absolutamente ni una gota, para luego levantarse y subirse los pantalones sola (sin pañal, recuerdo), toda satisfecha. Otra versión de esta situación es que empiece a pasearse por el salón con el culo al aire. Todo es posible, la verdad. 

    ¿Qué hacer en estos casos en que los minutos van pasando y te tienes que ir? USA TU IMAGINACIÓN. Así, en mayúsculas. No hace falta que te compliques la vida: tiene 2 años, y si le dices cualquier cosa de manera convincente se la acabará creyendo, aunque sea una explicación que, al final, no tiene ninguna lógica. Puedes empezar con el razonamiento más básico, el 'si no te cambio, no podemos ir al parque'. Si ella sigue inmutable y con el culo al aire, adopta su táctica. ¡Sé inmutable! Plántate en la puerta, a ver quién aguanta más. Ella con el culo al aire, o tú sin dejarla que haga nada. O mejor, sal de la habitación, a ver si la traumatizas lo suficiente como para que te llame y te diga que sí, que quiere ir al parque y te deja cambiarle el pañal. O dile que el cochecito que tiene en las manos tiene que ir al parque también. Cualquier cosa. También puedes cogerla, claro. Aunque intente escurrirse, ¡tú eres más fuerte! Agárrala bien (con cariño, eso siempre) y te asombrarás de lo rápidas que son tus manos cuando tienen que cambiar un pañas. Visto y no visto. Intenta distraerla, cuéntale algo, o haz que ella cuente algo ('cuando hayas contado hasta diez, ya estarás cambiada, ya verás'). Tú tienes manos de hierro y la mantienes ahí y aunque se resista, una vez cierras el pañal ya puedes cantar victoria, porque no se lo va a quitar.

    No te olvides de la mayor, sin embargo. Puede ser que te diga que no tiene pipi. Es normal. Ella te dice, muy tranquila, 'no pasa nada, puedo mear en un arbusto del parque'. Vale. Hasta ahí todo bien. Recuerdas que, cuando eras muy pequeña, tú también lo hacías. No sabes exactamente cómo te agarraba tu madre para que no se te mojaran los pantalones, pero bueno, piensas que no será tan difícil. Ay, qué ingenua eres a veces.

    Pero luego toca vestirlas para salir a la calle, cosa que también es todo un proceso. Ponles el anorak, las botas y el gorro (gorro grueso y gorro para el sol, según el día. Pero siempre gorro. SIEMPRE. Bajo ningún concepto les quites el gorro o serás la peor au pair del mundo porque habrás permitido que el aire les toque la frente. O habrás permitido que el sol les toque la piel. Eso es un pecado mortal). Cabe decir que la pequeña querrá ponérselo todo sola. So-la. Y no la puedes ayudar, no. Así que nada, quince minutos más mirando cómo la señorita se pone una bota. Luego la otra. Luego intentará atarse los cordones, y allí es cuando te hartas y lo haces tú, pero bueno, como mínimo has aguantado un rato. 'Así es como aprenden', te dirá la madre. No, si no te digo que no, pero tela. 

  • En el parque. Yo recuerdo mis tiempos en los que iba al parque y, no sé, jugaba SOLA. O con los otros niños que había por ahí. Era tímida, pero no antisocial supongo. Pero no jugaba con mi madre. Es decir, siempre la tenía presente en mi campo de visión, pero no se subía conmigo al tobogán, por ejemplo. Quizá lo hacía cuando era muy pequeña, aunque creo que esa tarea la desempeñaban mis hermanos mayores, que para eso tengo unos cuantos. Mis niñas sí quieren eso. 'Súbete conmigo', me dicen. Además, quieren trepar a todos lados. Si les dices que no, ya puedes esperar una pataleta de esas épicas, con llantos que seguro que despiertan a los vecinos. Pero no sufras, habrá momentos en que las dos hermanas jugarán juntas. No cantes victoria. Eso jamás. Habrá ocasiones en que la mayor querrá que la pequeña haga exactamente lo que ella dice y si la pequeña, con 2 años y un carácter de hierro, no cede, ya puedes esperarte otra pataleta por parte de la mayor. Tú no te angusties y deja que se le limpien bien los lagrimales, que tarde o temprano ya se cansará. No desesperes si no te escucha. Puedes ignorarla (manteniéndola siempre en tu campo de visión), que ya verás que al final se calmará. Tendrá un moco colgando de la nariz, pero bueno. Ahí harás uso de tus kleenex, mano de santo de cualquier au pair, y aquí no ha pasado nada.

    Eso sí, será en el momento menos pensado en que la mayor te dirá que tiene pipi. Y cuando tiene pipi, significa que tiene pipi EN ESE PRECISO INSTANTE. ¿Recuerdas que te dijo que podía hacerlo tranquilamente en los arbustos? Pues bueno, la niña se meterá allí, en la hierba (porque de arbusto tiene poco eso) se bajará el pantalón un poco, se agachará y te dirá '¡cógeme!'. Tú adoptarás la postura que en sus tiempos debía adoptar tu madre y te darás cuenta de que es demasiado tarde y se te está mojando todo. La mano, el pantalón de la niña... Todo. Es inevitable indignarse un poco '¡pero no te has esperado!', le recriminarás tontamente en un primer momento. Luego irá por la calle con el culo bien mojado, pero como mínimo no habrá llorado. Eso ya es una victoria.

  • Después del parque. Piensas que llegar a casa es llegar al oasis. Ala, que se preocupen sus padres ahora. Pero antes tienes que entrar, y no es tan fácil. Hay que meter el cochecito en el garaje y meter a las niñas dentro de casa. La pequeña se pondrá a observar las piedras que forman parte de la entrada de la casa, y se negará a cruzar la verja. Intentarás sobornarla y le dirás que verá a su madre si entra (aunque ésta tenga que irse al cabo de cinco minutos) o que le darás el juguete/libro que quería antes. Si nada funciona, olvídate de negociar, cógela de la mano y pa'lante, hombre. Cuando se ponga a andar, eso sí, lo hará muuy lentamente, para que tú (que tienes que ir al baño/te estás muriendo de hambre/tienes una jaqueca que no puedes con tu vida) te desesperes. Eso sí, por muy contentas que se lo hayan pasado contigo, cuando vean a sus padres se pondrán irreconocibles. Quizás estarán muy hiperactivas, o muy hipersensibles. O las dos cosas a la vez. Porque sí, no actúan del mismo modo cuando están con sus padres que cuando están con la au pair. Eso es un hecho.
Por todas estas cosas, los vecinos de la urbanización ya me conocen. Soy la que va con las pintas por la calle, siempre andando con una o dos niñas, y empujando un cochecito CUYAS RUEDAS NO SE MUEVEN. De verdad. DE VERDAD. Me desespera este tema. Mirando el lado positivo, tengo unos tríceps ya que son la envidia del barrio. Fiu. Volviendo al tema, cuando voy por la calle, luzco mis modelitos a prueba de niñas pequeñas, así que voy tan panchamente con mi ropa llena de manchas de comida, de mocos, o de plastidecors, el anorak (aunque los alemanes vayan sin nada, solo con una camiseta de manga larga. Por qué.), las botas y un paquete de kleenex. No olvidemos los kleenex.

Aunque no lo parezca, ésta iba a ser una entrada en la que quería hablaros de que la paciencia es mano de santo, y si tus niñas/niños se te ponen rebeldes, intenta hablar con ellos. Que se pongan a jugar con otra cosa, o cuéntales una historia, o explícales lo que quieres hacer de manera muy detallada y con mucho énfasis, como si fuera una ceremonia o un ritual, que eso les gusta mucho. Si tú estás contenta y emocionada y no dejas que te afecte su estado de ánimo, al final se lo contagiarás. No te inmutes, no le des importancia a cosas que no la tienen, y aprende a distinguir cuándo un niño quiere llamar la atención y cuándo, realmente, te necesita. Porque sí, a veces lo único que quieren es que les cojas en brazos y los mimes un poco, como a todo el mundo.

Mañana es fiesta aquí en Alemania, así que a disfrutar. Yo tengo una barbacoa con gente que apenas conozco. ¡Ala, a salir de mi zona de confort!