Mi vida aquí en Alemania continúa y yo siento que cada vez estoy más integrada en una rutina que no es la mía. Hay momentos en los que observo a los padres y a sus hijas y pienso que qué extraño es, que yo esté aquí, cuidando de unas niñas que no tienen ningún vínculo de sangre conmigo, viviendo con ellos y adaptándome a sus manías y costumbres (que son unas cuantas). Qué extraño es, intentar sentirme como en casa en un sitio que no es el mío. Hace unos meses estaba acabando mi último año de carrera, haciendo mil cosas a la vez y deseando en mi fuero interno que se acabara todo ya, que no podía más. Anhelaba irme. Ahora que estoy aquí, y después de un mes y medio, miro atrás y reconozco que, aunque no añoro ese estrés, sí era reconfortante saber exactamente cuál era mi lugar. Con esto no quiero decir que quiera volver, porque no es cierto. Está siendo una experiencia que no cambiaría por nada. Tampoco quiero engañaros; no me siento como una más de la familia. Lo digo porque sé de au pairs que sí se sienten como parte de la familia, no lo ven como un trabajo, y los padres las invitan los fines de semana a hacer actividades y esas cosas. A mí eso no me pasa. Los míos son buenas personas, e intentan que esté lo mejor posible, pero... no sé. Tengo la sensación de que tenían una relación más estrecha con la anterior au pair. O quizás es porque tampoco llevo mucho tiempo aquí y aún no me conocen del todo. O quizás es porque yo soy muy retraída cuando quiero y me cuesta explicar cómo me siento. No lo sé. Pero no es una mala relación. Son buenos, y quieren a sus hijas, y me tratan bien. No quiero cambiarme de familia, así que supongo que eso también lo dice todo.
Mi día a día con las niñas ha dejado de tener sobresaltos. Aún no me he puesto a releer las primeras entradas que escribí aquí, pero sí recuerdo la sensación de absoluto pánico que tenía a todas horas. Normal que durmiera mal, o que tuviera el impulso de hacer las maletas y volver a casa siempre que las niñas no se portaban bien, la madre me hacía algún comentario o, simplemente, me perdía cogiendo el bus. Todo esto, aunque ahora me sigue pasando, ya no me afecta del mismo modo. Cuando la cago (que no es tan a menudo como al principio) me lo tomo con filosofía. Básicamente, en mi cerebro pienso: bleh. Cada familia es un mundo, así que no puedo más que asentir con la cabeza aunque no esté de acuerdo con lo que me dicen. El otro día, por ejemplo, me equivoqué de cacao cuando les preparé la leche a las niñas por la tarde. Les di el que era parecido al Nesquik (el rico, vamos), pero resulta que ese tiene MUCHO azúcar y es MUY malo para las niñas. Solo les puse media cucharadita, pero no, nada. Completamente verboten. Prohibido. A la madre le salió una arruga del estrés y todo. Menuda tragedia, parecía que hubiera matado a alguien. Resulta que tengo que usar el cacao amargo, el que es 100% bio (por supuesto). Que el otro sólo lo compra para el marido. Estupendo. También descubrí entonces que las niñas no pueden tener nada de mermelada después del desayuno. Nada de azúcar, en definitiva; sólo fruta. En cambio, pueden cebarse a pan con mantequilla tanto como quieran, que eso es completamente aceptable. Hay cosas que no entiendo, de verdad que no. Así que no, en este tiempo no me he convertido en una súper au pair que lo acepta todo y que disfruta de cada momento que pasa con su familia. Ehm, no. Hay días que me comería a las niñas, y otros momentos en los que no puedo más. A veces la madre es un amor, y a veces le da la vena y se pone súper seria. Pero, en general, life is good, y no me voy a quejar.
Otra cosa de la que me he dado cuenta es lo mucho que echo de menos a mis amigos. Que hablo con ellos constantemente, sí, pero en casa tenía la comodidad de saber que estaban allí, que podíamos salir a tomar algo, a cenar o al cine. Aquí es distinto. Fue llegar y sentirme completamente perdida y desamparada. ¿A quién llamaba? ¿A quién le decía de salir a tomar un café para contarle mis penas y desgracias sin tener que sentirme como una carga? Empezar de cero no es fácil, eso está claro, pero no es imposible, incluso en una ciudad tan...gris como la mía. Yo ahora puedo decir que soy amiga de tres chicas que son un amor, y la verdad es que no sé qué haría sin su apoyo. Aún no me he juntado con españoles, aunque este finde he salido y me los he encontrado por todos lados. Que son gente muy apañada, sí, pero quiero evitar un grupo tan cerrado como el suyo porque sólo hablan castellano entre ellos y no quiero eso para nada.
En cuanto al alemán...pues no sé qué deciros. Que entiendo mucho más que cuando llegué, que ya no me da cosa pedir las cosas en alemán en los sitios, cuando los primeros días recurría siempre al inglés. Que leo y miro películas y me obligo a pensar y a hablar en alemán siempre que puedo (os recuerdo que a las niñas les tengo que hablar en inglés). Que estoy muy motivada. En la universidad aborrecía las clases de alemán porque eran todas de traducción, con muchísima gramática y nada de comunicación. Lo odiaba. Ahora, en cambio, me encanta. Me encanta cómo suena, y me gustaría saber mucho más de lo que sé. Supongo que eso es bueno.
Para acabar la entrada, os pongo al día con algunas cosas:
- el tiempo está loco. La semana pasada hacía mucho frío, y aunque había gente que aún iba en manga corta por la calle (?? CÓMO), yo ya me puse botas y anorak, que no estamos locos. Estos días, en cambio, han vuelto a subir las temperaturas, y yo me estoy volviendo loca ya, y mi garganta también. Creo que mi cuerpo se quiere poner malo, pero no se decide.
- cumpleaños. El mío fue el 27 de septiembre, y los padres me regalaron una tarjeta del H&M muy apañada, así que esta semana, cuando fue el cumple de la madre, le regalé un babysitting, porque nunca pueden salir los fines de semana ni nada los dos solos, claro. Aún no lo han gastado, pero la madre se puso muy contenta. Ya están hablando sobre dónde irán a cenar y qué harán, mientras se hacen ojitos. Ay, qué bonico. El último cumpleaños del año será el de la niña mayor, que es el 5 de noviembre. Creo que le regalaré un libro, pero acepto ideas :-)
- del 1 al 5 de noviembre. Tengo fiesta esos días porque vienen los abuelos y se quedarán con las niñas. Lo malo es que los padres me avisaron hace unos días y claro, al ser tan tarde, todos los vuelos ya estaban por las nubes. Tenía muchas ganas de irme de viaje a Suiza o a otro país, pero los precios exagerados hicieron que se me quitaran las ganas de todo. En eso que estaba yo ahí meditando qué hacer con mi vida cuando vi que Ryanair tenía una súper oferta para volver a casa: 50€ ida y vuelta. Pequé. Compré los billetes en un impulso y, llamadme mimada, pero no sabéis las ganas que tengo de recibir un achuchón de mi familia y comer paella y dormir lo que quiera los fines de semana sin que me despierten los gritos de las niñas a las 7 de la mañana.
- fin de las vacaciones. Mañana la mayor vuelve a la guardería por las mañanas. Endlich.