24 noviembre 2013

Hoy exploto

Hoy exploto porque no puedo más. Porque o lo explico o me da algo. Estoy agotada mentalmente y es posible que esta entrada sea confusa y me deje cosas y no entendáis mi rabia y frustración. Es posible.

Qué irónico, que mi última entrada tratara sobre lo bien que me he adaptado y el equilibrio que tenemos la familia y yo, cuando ahora, en cambio, sólo siento indignación y humillación. Pero bueno, pronto se acabará todo, porque a finales de diciembre cogeré las maletas para no volver. (Pero eso más adelante.)

El viernes no pasé la noche en casa y ayer por la tarde volví a casa durante unas horas para decirle a la madre que me iba de nuevo, que no estaría para cenar el sábado pero que volvería el domingo por la tarde para poder hacer el babysitting que les regalé para su aniversario de bodas. Lo que había pasado era que la noche anterior me había quedado en casa de una amiga porque perdí el último bus y no quería pagar 10 euros por un taxi. Vivo en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad y cuando salgo con más gente en el centro no me sale a cuenta volver a casa a las 3 de la mañana porque no me cunde, simplemente. Siendo honestos, tampoco me apetecía volver, porque la madre me había hartado mucho durante toda la semana y aunque me encontraba fatal tenía que desconectar y salir. En fin, que la misma amiga me ofreció de nuevo su techo para la noche del sábado, pero esta vez, al saberlo, pasé por casa antes para coger cuatro cosas y volver a irme. Yo tenía pensado entrar en la cocina y tener una conversación de minuto y medio como mucho y volver a irme. 

Menuda sorpresa me llevé.

Fui a la cocina a decírselo a la madre, que en esos momentos estaba preparando la cena. Cabe decir que la estaba preparando muy antes que de costumbre y yo siempre le digo antes de que empiece a cocinar si me quedaré a cenar o no, cosa que entre semana raramente sucede pero que es muy común en los fines de semana. Apenas había empezado a explicarle la situación cuando soltó el rodillo que estaba usando para hacer la masa contra la encimera y, rebotada, empezó a gritarme. A gritarme. Me dijo que no soportaba que hiciera siempre eso, que nunca la avisaba (??), que esta semana solo había cenado una vez en casa y que ella se mataba cocinando para luego tener la nevera llena de tuppers y tener que tirar la comida a la basura. Me dijo que la comida orgánica era muy cara y muy fresca y que yo era la primera au pair que le hacía eso, que las otras siempre la avisaban con dos días de antelación, ('como mínimo, podrías decírmelo antes de que vaya a comprar los martes o los sábados, ¿no?') y que cómo se lo hacía mi madre cuando estaba en casa, dando a entender que con la actitud que yo tenía no entendía cómo mi madre se las apañaba conmigo.

¿Perdona?

Gritándome. Delante de las niñas y del padre, que estaban sentados en la mesa de la cocina. El padre, que se mantuvo callado todo el rato.

Después de unos instantes de shock y de quedarme muerta, le dije que siempre la avisaba cuando me enteraba de los planes que tenía, que no lo hacía adrede para joderla a ella y a la comida y que NO SABÍA QUE ESO ERA UN PROBLEMA. ¿En casi 3 meses no puede decirme ni una sola vez que prefiere que la avise con el máximo tiempo posible si voy a cenar en casa o no? ¿Qué voy a saber yo? Siempre la aviso en cuanto sé qué haré, y eso puede ser tanto con dos días de antelación como el mismo día, pero siempre antes de que se ponga a cocinar. Pensaba que, de este modo, no le ocasionaba ninguna molestia. Me contestó diciéndome que eso no era excusa, que yo ya era mayorcita para decirle a mis amigos que necesitaba saberlo con antelación. Yo le repetí que no sabía que eso le había provocado tantos problemas pero que ahora que lo sabía iba a intentar decírselo lo antes posible. 

Y aunque me había dicho que a ella le daba igual si salía o no, me preguntó que a qué hora era el último bus, y que si se podía saber qué hacía quedándome más tarde. 'Si a esa hora está todo cerrado', me espetó. 'No lo entiendo la verdad'. Yo seguía en shock, pero le contesté que se hacían muchas cosas aunque fuera tarde y acabé saliendo de la cocina disculpándome, humillada y con una impotencia muy grande. Me encerré en mi cuarto y seguía alucinando. ¿Cómo podía haberme hablado así? ¿Gritándome y faltándome al respeto de ese modo, como si fuera una niña de quince años? ¿Cómo podía haberme regañado de ese modo y haber dicho eso de mi madre y de mí cuando no sabe absolutamente nada de nada? ¿Hola? En esos instantes no podía procesar nada, pero luego me entró la rabia y deseé haberle dicho cuatro cosas bien dichas. Pero lo que hice fue coger lo que había ido a buscar e irme.

Lo mejor es que no tenía razón. Había cenado en casa dos veces esa semana, lo que pasa es que el martes siempre lo hago más tarde y sola porque llego de la academia a las mil, como siempre. Es cierto que salí el miércoles, pero la avisé el lunes (!!) y se lo recordé el miércoles, y el jueves no cené PORQUE ESTABA MALA. Tan mala que estuve toda la tarde en la cama a punto de vomitar. Y va y me soltó, en medio de la discusión: Bueno, que te pongas mala una vez espontáneamente aún, pero tantos días sin cenar ya no. ¿Es que encima tengo que programar cuándo me pongo mala y cuántos días me tiene que durar? ¿Es que estamos locos o qué pasa? 

Otra cosa, ¿es que la comida no se puede meter en el congelador? ¿Es que no puede cocinar menos si ve que se le van acumulando las sobras de otras comidas? ¿Es que no me lo puede decir como una persona normal y tener una conversación conmigo como dos personas adultas, en vez de gritarme y faltarme al respeto de ese modo? ¿Quién se cree que es?

Como podéis ver, estoy muy cabreada. Ayer aún estaba mala, pero me fui de todos modos porque prefería dormir en casa de mi amiga, sin salir, que pasar un minuto más bajo este techo. Hoy he vuelto y sólo me he encontrado al padre, que es el que me ha hablado del babysitting de manera normal y ya está. No he hecho ningún comentario, pero a partir de ahora las cosas van a ser muy distintas.

¿Por qué? Pues porque la semana pasada me confirmaron que me han dado una beca para trabajar de auxiliar de conversación en Bélgica, en la comunidad flamenca. Empiezo en enero y serán cinco meses allí, así que mañana se lo diré a los padres y me enfrentaré a la ira de la madre, pero esta vez no me pienso callar. Esta beca la pedí a principios de año porque era lo que realmente quería hacer después de la carrera, pero quedé en lista de espera y por eso me decanté por irme de au pair. Sin embargo, se han abierto tres nuevas plazas en Bélgica y me han seleccionado. Es una oportunidad que no puedo rechazar, pero visto el panorama no echaré mucho de menos esta casa, la verdad. Me dará pena dejar a las niñas, pero tengo que vivir por mí, no por nadie más. 

(No estoy molesta con la madre solo por esto, sino por comentarios que ha ido haciendo a lo largo de todo este tiempo y en especial durante esta semana en la que he estado mala -pero he trabajado todos los días, claro-, burlándose de mi estado y de mi poco 'aguante'. Lo de ayer fue la gota que colmó el vaso, porque está claro que no le caigo bien y que no me respeta. Con o sin beca, me hubiera ido de todos modos).

PD: Hoy he cenado sobras y sólo he visto tres tuppers en la nevera. Es decir, la cantidad estándar que hay a lo largo de la semana. ¿Dónde están los mil tuppers que la madre dice que tiene que guardar en la nevera? ¿DÓNDE?




11 noviembre 2013

Volver (a casa)

Volver a casa fue un regalo. Fui de viernes a martes, a principios de este mes, y no me lo pude pasar mejor. Me renovó y pude cargar pilas, dos cosas que necesitaba en grandes dosis. Había estado fuera sólo dos meses, pero me daba la sensación de que había pasado mucho más tiempo y la verdad es que esos días con mi familia y mis amigos fueron un bálsamo. Los días anteriores, en Alemania, había tenido algún que otro encontronazo con la madre y entre una cosa y otra no me sentía positiva en absoluto. Lo que más quería era llegar a casa y dejar que me mimaran. Y eso hice. Comí paella, disfruté del buen tiempo, fui al cine, vi a mis sobrinos y dormí muy ricamente en mi cama. Reconozco que luego no quería volver y que la vuelta a estas tierras se me hacía muy fría. Pero los días pasaron y cogí el vuelo de vuelta a Alemania. Tras un larguísimo día de viaje (que fue una maldita odisea) llegué a casa casi a las ocho de la noche. Empapada, congelada y muy cansada. Lo que no me esperaba en absoluto fue que el padre me recibiera con un abrazo, con lo poco propensos que son aquí con el contacto físico. Los abuelos, que habían estado allí esos días, también fueron muy amables y dulces conmigo. Incluso la madre también estaba más recíproca, y se puso la mar de contenta cuando vio que le había traído chorizo picante (su favorito) y jamón. Todo el miedo y la ansiedad que tenía por volver desaparecieron de golpe. Al día siguiente me levanté renovada y cuando me vieron las niñas se pusieron la mar de contentas, especialmente la mayor. (¿Os he dicho ya que es un amor? Porque lo es.)

Mientras comía al día siguiente con los abuelos y la pequeña, me levanté de la mesa y le puse la comida al plato de la mayor para que se enfriara. Eso siempre lo hace la madre, pero se había ido con prisas a recogerla a la guardería y se le había olvidado. Los abuelos ni se habían dado cuenta, y fueron ellos los que, al ver lo que hacía, me dijeron que parecía una más de la familia, pues estaba muy integrada. Estamos hablando de los mismos abuelos que dos meses atrás me habían comparado con la anterior au pair y le habían dicho a la madre que yo 'no entendía nada'. Caí en la cuenta entonces de que era cierto: estaba completamente adaptada. De que a pesar de los encontronazos que haya tenido con la madre y de que a veces, cuando voy a la cocina a picar algo, aún parece que vaya de puntillas, no me imagino viviendo con otra familia. Las quejas que pueda tener de ellos son, al final del día, una nimiedad, porque las cosas importantes sí las respetan. Todas las host families tienen sus cosas, y creo que se trata de saber encajar y adaptarse. De encontrar el equilibrio, el balance. Y yo creo que lo he encontrado.

Explico todo esto porque, antes de llegar aquí, me había hecho una idea muy idealizada de lo que era ser au pair. Aunque estoy convencida de que hay au pairs que sienten una confianza total con su familia y se sienten como en casa, ese no fue mi caso. Llegué, y sucedieron una serie de cosas que me hicieron sentir bastante mal y que voy a intentar resumir. Tengo alergia a los ácaros, y se supone que tengo que cambiar las sábanas mínimo cada dos semanas. Se lo dije a la madre, y me dijo que era demasiado y que quizás tendría que hacer yo la lavadora en cuestión porque ellos cambiaban las sábanas cada X meses. Me daba igual poner o no poner la lavadora, pero lo que me molestó fue cómo me lo dijo. Muy fríamente, como si fuera una molestia. Oye, que una no tiene una alergia adrede, qué quieres que te diga. Un día también me montó un pollo porque vio que las niñas habían estado cinco minutos (de reloj) sin gorro en el parque. Cabe decir que hacía un sol para morirse y no corría ni una pizca de aire. Y que habían sido CINCO MINUTOS. Otro día me dijo que cómo osaba poner la ropa sucia del gimnasio en el cubo de la ropa sucia, que tenía que esperarme a que se secara antes en mi habitación porque si no luego todo olía. Me quedé muerta, pues estábamos hablando del cubo de la ropa sucia, de ropa que luego se lavaría. Luego me explicó que era porque no podía estar poniendo lavadoras constantemente y por eso iba con más cuidado. Ahora escribo esto y me entran ganas de reír porque son tonterías, pero en ese momento me sentaron fatal. Supongo que porque todo era nuevo y desconocido y no entendía cómo funcionaban las cosas.

Fuera como fuere, está claro que empezamos con mal pie, porque ella se imaginaba que yo sabía unas cosas que, evidentemente, desconocía, y luego se indignaba cuando me equivocaba. Lo que me molestaba es que me lo decía muy fríamente, y parecía que me diera una bofetada cada vez que me hablaba así. No fue un recibimiento muy cálido, que digamos. Ahora pienso, en cambio, que quizás ella también se tenía que acostumbrar a una nueva au pair, a volver a explicar cosas que daba por sabidas y que la anterior au pair ya conocía, claro. Ahora, en cambio, me corrige de otro modo, o quizás me lo dice como siempre y yo no me lo tomo a mal porque ya me he adaptado. No lo sé. 

Si no estuviera a gusto, me cambiaría. Lo dije en la anterior entrada y lo repito. A pesar de todo, a pesar de la madre (encajo mucho mejor con el padre en cuanto a carácter se refiere, por ejemplo). ¿Por qué? Porque en las cosas importantes siempre se han portado bien. Vigilan mucho con la comida, pues soy intolerante a la lactosa. Respetan mucho mi tiempo libre. Son muy dialogantes, pues ya he tenido dos conversaciones importantes con ellos y siempre hemos llegado a un acuerdo. La primera fue al cabo de dos semanas, en las cuales estuve trabajando 40 h semanales en vez de las 30 estipuladas en el contrato. Sabía que si no decía nada, la cosa seguiría igual. Le dije a la madre que no podía ser, que necesitaba más tiempo libre y que no era lo acordado. Me frunció el ceño, porque la anterior au pair nunca se había quejado (un pin por ella), pero me dio el martes como día libre y todos contentos. Al principio le costó adaptar su agenda a ese revés, pero lo aceptó sin problemas y asumió la responsabilidad, pues sabía que yo tenía razón. La segunda conversación sucedió a la semana siguiente. Como ya sabéis, a las niñas les tengo que hablar en inglés. El problema fue que a los padres también les hablaba en inglés y, evidentemente, de este modo era imposible que me soltara con el alemán. Me agobié muchísimo y me vi sin avanzar. Ya me pensaba que tendría que cambiarme de familia y me había mentalizado para tener esa conversación con los padres. Podéis imaginaros la situación mientras cenábamos: yo seria, lívida, pensando una y otra vez en mi mente cómo sacar el tema; los padres mirándome todo el rato, preguntándose qué diantres me pasaba. Al final lo solté, y me dijeron que dejara de hablar en inglés en ese preciso instante con ellos. Me dieron libros y películas en alemán, me dijeron que no pasaba nada, que no tuviera vergüenza de cometer errores. Se volcaron completamente, y desde entonces las cenas son completamente distintas.

Podéis pensar que es una entrada caótica, pero necesitaba soltarlo. Es curioso haber tenido sentimientos tan contradictorios en tan solo dos meses. Mañana iré con ellos a hacer el Laterneumzug :) Prometo hacer fotos y subir alguna, que entradas tan tochaco sin nada que ver se hacen pesadas, lo sé.